reflejo


Somos frágiles.
Más de lo que creemos.
Más de lo que nos gusta reconocer.  

Se nos rompen los dientes y se nos escama la piel. Se nos cae el pelo.
Se nos duermen las piernas y un folio entre los dedos nos produce la mayor de las torturas.   

Nos ennegrecemos si nos pegan y nos revienta las venas un pellizco en la mejilla.  

Resulta que un padrastro mal arrancado nos hace ver las estrellas, una bofetada termina de cuajo con nuestra dignidad y pillarnos un dedo con la puerta hace que vengan a nuestra mente las formas más dramáticas de desmayarnos de dolor.

Si. Somos una mota de polvo.
La insignificancia personificada en una reproducción universal.

Despreciablemente blandos.

Nos rompen el corazón.
Nos destrozan las ilusiones.
Nos empequeñecen los disgustos.

Somos más ínfimos que la nimiedad de una gota de lluvia en el mar.  

Pretendemos ser todo no siendo más que una versión adulterada de un Narciso al borde de un acuoso abismo.

Convencidos de que lo que hagamos no tendrá ni secuelas, ni resultados.

De que hacer lo que  nos plazca estaba escrito en nuestras venas.

No somos más que miserables humanos.