A ver cómo te lo digo...

Que esta mañana
me indigné limpiando la cocina
porque el Fairy no dura lo que dicen.

Porque sobre la mesa
no había más que un plato.
Mi plato.

Porque ya no suena el agua cayendo
mientras te duchas en el baño.

Porque tu ausencia es tan grasienta
que ni un bote entero de lavavajillas
te limpiaría de mi vida.

Porque estoy en modo romántico festivo
y tú no lo acompañas.

Por que esta noche moriría
por esbozarte con mis labios
y colorearte a besos.

Mezclando sobre tu piel
el azul de mis ojos
con el rojo de mi boca
y el magenta de mis uñas.

Dejando resbalar
la transparencia de mi lengua
por la sinuosidad de tu piel.

Acariciando a pinceladas
cada recoveco de tu ser.


**Una vez más, gracias, Raquel (...Raquel Busca su Sitio...), por la inspiración del Fairy y por lo bonita que es tu idea de esbozar a alguien con los labios :)

No lloro por tí

Sacó del bolso sus Marlboro y se la ofreció abierta. Sabes que no fumo. Y tú no deberías, le dijo con tanta seriedad que podría estar anunciando una masacre en el telediario. Ya, bueno, de algo hay que morir ¿no?, respondió mientras sonreía con desgana.

- ¿Sabes? Estoy un poco harta de que la gente use ese argumento. ¡Joder! Por lo menos reconoced que para vosotros es una necesidad y punto, pero no os escudéis en que de algo hay que morir porque es lo más estúpido que he oído. Claro, como que la vida no trae de por sí suficientes razones para morir que os apetece añadir más, ¿no? ¡Anda ya! No es tan difícil reconocer que tienes una debilidad, sólo una.

Él no dijo nada, se quedó en silencio y pensó que seguía igual de testaruda que siempre, que aquellos meses no la habían cambiado nada, que 429 días sólo la habían hecho más bonita y que lo único que quería era besarla. Que, si fuera por él, quemaría su tabaco y nunca más se acordaría de él si tenía su boca para entretenerse. Porque sus labios eran mejores que la nicotina. Pensó que la luz de aquel antro le hacía brillar los ojos de una forma especial y que su pelo se movía como si estuviese hecho de brillante y oscura seda. Y pensó, también, que por muy bonita que estuviese cuando se quejaba (que lo estaba), lo estaba mil veces más cuando sonreía.

Pensó que podría habérselo dicho todo; que la había echado de menos hasta que el corazón se le escurrió entre las costillas, que sí, que tenía una debilidad, pero no era el tabaco, que su vida últimamente era una mierda. Pensó que sería genial tirar aquel café de un euro veinte por el desagüe e irse corriendo a recuperar el tiempo perdido, que necesitaba estar con ella, escucharla reír, enredar en su pelo, acariciarle el cuello y besar la punta de sus dedos.

Pensó en decirle que se había mudado, que ahora vivía a cinco minutos de aquella cafetería llena de gente. Que, si quisiese, podrían recuperar hasta ese tiempo perdido. Que cuando se había ido de casa aquella tarde, la cama había gritado su nombre y él había sonreído esperando poder contentar a sus sábanas.

Pensó en gritar que la quería horrores, en pedirle que se quedase siempre con él y nunca se volviesen a separar. Pensó en hacer de ella un llavero, metérsela en el bolsillo de la cazadora y mirarla cada vez que su ausencia le doliese.

Pensó toda su vida en un segundo.

mmm...

A mí la sangre no me la altera la primavera.

Me la alteras tú.
Con
esos lunares que asoman traviesos
entre los límites de tu escote
cuando el calor hace
que salga a la luz tu piel
suave.
De seda.


Podría decir mil cosas,

pero para qué,
si se resume con decir
que sin ti,
la vida es como un caramelo sin azúcar
…que sí, está rico
pero, no sé, le falta algo.


Stacy


Y, al final,

todo se reduce a

buscar alguien

que te empuje a

hacer

lo que sabes

que terminarás
haciendo.


Imagen: Arbogast