Mi vida negra.

Negro.negro.negro.

Como la noche en un pueblo perdido.
Como mi vida sin la tuya.
Como mis ganas de llorar.
Como todos mis días
con ganas de llorar.

Como la nube que me persigue,
la tormenta que me empapa.
Como los cuadernos que lleno con tu nombre
con ganas de llorar.

Como mi existencia.
Como el agujero negro que me engulle.
Como esa tristeza pegajosa que me recuerda a ti.
Como mi esperanza rota
con ganas de llorar.

Como mis sueños cada noche.
Como mis paseos por las calles.
Como mis risas forzadas.
Como mi angustia constante
con ganas de llorar.

Como tu estupidez riéndose de mí.
Y, mientras, yo con ganas de llorar.

Odio.

Sólo soy la angustia que se agazapa en tu sombra, la que se alimenta en tus silencios, el polvo gris y maloliente que lanzas con desprecio en el interior de un sucio cenicero. La que te dice mil veces que no y tú entiendes mil veces que sí. La que dejó de quererte hace tanto que ha olvidado lo que es un beso de verdad. Sólo soy los huesos que rompes, los ojos que amoratas, los labios que revientas. Soy esa a la que sorbiste el amor y rellenaste de odio.
Odio a tus mejillas casi moradas, a juego con las venas de tus ojos. Odio a tus manos grandes y fuertes que han decorado mi espalda más veces de las que nunca habría imaginado. Odio a tus patadas, que me acurrucan en una esquina de la cocina, con tu plato de comida restregado contra mi pelo. Odio a tu voz, que me estremece si susurras y me aterra si gritas. Odio a esa mirada lasciva con la que llegas a casa de noche. Esa, que no dice nada pero que, en realidad, grita “esta noche sí o sí. Esta noche te vas a joder. Esta noche me vas a mirar desde abajo. Esta noche vas a caer”.
Y, aún así, nada se compara con el odio a mí. Ese que aún no se cree que siga a tu lado. Ese que me recuerda a cada instante que no me mereces. Ese que chilla por encima de tus ojos y dice: “no, no, no. No se lo consientas. Lárgate. No te quedes. Huye. Corre”. Ese que se ríe de mi por inocente, por estúpida, por niña idiota. Odio al miedo que me hace olvidar mi amor propio. Odio a mi orgullo, por no querer reconocer que me equivoqué, por no hacer caso, por dejarme cegar sin resistirme ni un ápice.
Y, sobretodo, odio a todo el tiempo perdido. Al maquillaje desperdiciado, a las horas vacías, a las sábanas frías. Odio a mi vida, por llegar a este punto. Odio a la desesperación que me ha consumido.

Pero hoy. Hoy ya no soy esa pequeña que atemorizas y amenazas cada noche. Hoy dejo de ser tu saco de golpes, tu marioneta, tu juguete.

Hoy. Hoy sólo soy la puta que te va a matar.

Lección #1: ...con Raquel.


- ...¿te acuerdas del niño aquel de gafas de pasta, Ankara? Sii, el que no paraba de correr detrás de ti todos y cada uno de los recreos para robarte algún beso. Mira que eras arisca. Pobre chico.
- ¿Pobre chico? ¡Arg! sabes bien que no me interesaban esos asuntos cuando era una renacuaja, y a ti tampoco. Qué buenos años... que pocos quebraderos de cabeza. ¿Te acuerdas cuando nos fugábamos de religión para acostarnos en el césped del patio y charlar?
- Que si me acuerdo dice... de la bronca que me echó mi madre el día que nos pilló la directora también me acuerdo.
- ¡¡Hostias!! No me acordaba de eso...




- Oye, Raquel, tú cuando seas mayor, ¿vas a tener novio?
- Pues no lo sé, supongo que sí. Todas las mayores lo tienen, ¿por?
- No sé, por saber. Es que a veces lo pienso, cómo va a ser mi novio y todo eso.
- A ver... ¿cómo te lo imaginas?
- Ay, no sé, yo creo que una mezcla de Sergio el de BomBomChip y Nick Carter.
- Anda, no disimules pillina, que tú lo que quieres es que sea como el gafotas de Daniel...
- ¡¡¡¡No!!!! Ay, qué pesado es. Yo lo que quiero es uno que sea como los chicos de los cuentos, no baboso y pesado como Dani.
- Te diré algo... Yo creo que los chicos de los cuentos solo están en los cuentos. Vamos, que solo son atentos y románticos hasta decir basta en las películas. Además, no seas tonta... No querrás estar con un tío que está programado para pasarse horas diciendo “cuelgatú-notontacuelgatú”... Ankaris, los príncipes azules son para las princesas, y tú y yo no somos princesas.

- ¡¡¡NIÑAAAAAS!!! ¡¡¡Pero bueno!!! ¿Otra vez aquí? ¡¡Yo ya no sé qué hacer con vosotras!!

- Mierda, la dire otra vez! Tenemos que buscar un sitio mejor para escondernos!


...


- ...Ankara, ¡¡ANKARA!!
- ...eh... eh, dime, dime.
- Joder tía... hoy estás en otro mundo. ¡¡¡Que reacciones!!! Y que no digas palabrotas, coño, que para algo fuimos a un colegio de monjas.
- Ja,ja,ja...que graciosa. Es que recordaba nuestras conversaciones en el césped. Y ¿sabes qué, Raquelita? Tenías razón... Los príncipes son sólo para las princesas.

**Colaborando con Raquel, de ...Raquel Busca su Sitio... :)

No sólo es tu labia

* Dios mío, cada vez estoy más convencida, el día menos pensado me vuelvo loca, loquita.
- ¿Y eso?
* No sé, he llegado a la conclusión de que debe de ser un efecto secundario de estar a tu lado.
- Vaya, qué bien me deja a mí eso…- Fijó la mirada en el suelo a la vez que agachaba la cabeza.
* Bueno, a mí no me parece tan horrible. Sólo a veces se hace insoportable, el resto del tiempo es bastante llevadero. – Levantó la cabeza y le miró a la cara con sonrisa picarona.
- Cada vez me lo pintas mejor. Si te vuelvo loca y, en el mejor de los casos, sólo soy llevadero, ¿por qué sigues conmigo?
* Pero si lo has dicho tú mismo, porque me vuelves loca.
- Tú…tienes respuesta para todo, ¿no?
* Eso intento, el día que me quede sin qué decir estoy perdida. ¿No ves que mi labia es lo único que me salva cuando estoy contigo?
- No sólo es tu labia. Es tu risa a borbotones, tus pompas de chicle y tus manos melosas. Son tus ojos dándome los buenos días sobre la almohada. Tus abrazos traicioneros por la espalda que me dejan temblando de tanta intensidad. Son las bromas sin gracia que gastas para que me ría de ti (y no contigo). Es la forma en que te chupeteas los dedos después de comer chocolate. Son los mensajes que me mandas sin decir nada, simplemente un “hola, ¿sabías que me encantas?”. Son esas tonterías que dices a veces que me dejan pensando que eres la persona más extraña que conozco. Es cuando te pones chula y no dejas que nadie te pisotee. Es cuando te quedas dormida en el cine y te sobresaltas de repente, me miras aturdida y con ojillos de pena. Es cuando estás tan contenta que pegas saltitos por la calle cuando caminas a mi lado. Es cuando sonríes sin razón. No sólo es tu labia. Es tu forma de andar, dormir y, si me apuras, es hasta tu forma de mear. Es la forma en que te despiertas, con el pelo alborotado, los ojos a medio abrir, entumecida y con cara de pocos amigos. Son tus fotos en mi cartera. Tus despedidas interminables. Es tu compañía cuando no quiero compañía, porque cuando quiero estar sólo, sólo, sólo, si estás tú no me importa. Es tu adorabilidad superlativa. Tu existencia, simplemente.

Se abalanzó y le dio el beso más intenso, largo y húmedo de la historia a la vez que le apretaba contra sí.

* Eres un desgraciado – le susurró – Me has dejado sin labia.

Lo que pasa por mi mente II

¡Mierda!
De todas las canciones de todos los discos de todos los artistas del mundo… tenía que sonar precisamente ESA. Si es que parece que el universo está contra mí.

¿Qué hago? ¿qué hago? ¡¿qué hago?! A ver, que no cunda el pánico, voy a apagar la radio y no pasa nada, aquí no ha pasado nada, lo olvido, lo omito, lo ignoro. Si. No pasa nada.

[Off]

Ay, así está mejor. Mucho mejor. Ya hasta me puedo oír pensar.

Pero jo, la verdad es que es una canción bonita… Igual mejor la vuelvo a encender y la escucho un rato.
Total, me controlo, no me va a afectar.

[On]

Uy, además es una versión acústica y en directo. ¡Qué bonita! Suena genial. Vaya, seguro que le encantaría oírla.

¡Vaya hombre! Ya tuve que acordarme. No, definitivamente no fue buena idea volver a encender la radio.

Bueno, ¡ya estamos! Si es que soy la tremendista de la casa, si en realidad no es para tanto. ¿Y qué si me acuerdo un poquito? Es normal.

Además, ¿qué pasa? Y ¿por qué no puedo llamarle para decirle que ponga la radio? A ver qué va a ser esto…

No,no,no.

No, Sylvia, no. Pero bueno, ¿qué te pasa? Sabes que no puedes hacerlo, que no deberías. No ves que luego acabas por los suelos una semana entera. ¡Que no y que no!

Mira, mejor me pongo a hacer algo para distraerme y ya está. Yo que se, mirar los e-mails o escribir algo en el ordenador.

YoQuéSé. Algo, lo que sea para no acordarme.

Venga, muy bien. Esa es la iniciativa que me viene bien. Estupendo, mira qué bueno; enciendo el ordenador, meto la contraseña, tin-tin-tin-tin-tiiiin. Windows me da la bienvenida. Muchas gracias, me encanta.

¡Meca! ¿y esto? Pero, ¿yo cuándo me he despistado? Menuda mierda, ni siquiera mi inconsciente me apoya.

¿Cómo narices he llegado a su carpeta de fotos?

Bueno, y es que encima soy masoca…Voy y abro la primera. Es que lo mío es para estudiar, de verdad. No, y lo grave es que no cierro…

No, y más grave es ¡que le doy al intro para ver más!

Ay, ay, ay pero mira que guapos salimos en esta. Jo, es de cuando fuimos a Bilbao. Qué bien lo pasamos…

Ay, qué ojillos le salen aquí, tan brillantes y tan, tan, ¡tan estupendos!

Bah, ¿y si le mando un mensajillo? Uno solo, para ver qué tal le va…Digo yo que tampoco pasa nada, ¿no?

Jobar, mira que soy pesada, estoy aquí dando la vara y seguro que él ni se acuerda. Que ya valió. ¡hombre ya!

Apago el ordenador y como si tengo que ponerme a ver el documental de la 2. Seguro que eso no me lo recuerda y estoy en paz una horita.

Vamos, y es que, si hace falta, hasta quemo el móvil. Era lo que me faltaba ahora. Andarme con tonterías.

Uff, pero es que ha sacado disco nuevo Pereza y a lo mejor no lo sabe y si no lo sabe, ¿cómo va a saber cuál es la canción que le recuerda a mí?

Mierda, ¿y a mí qué más me da, si no quiero recordarle a ninguna canción?

¿Y si Quique González viene al Filarmónica y da un concierto que lo flipas? No voy a ocultárselo…que sería ser mala persona.

No, él sí que es mala persona... que, mira por donde, yo sí sé qué canción me recuerda a él del disco nuevo de Pereza.

¡Ja! La de Pirata. Claro, lo que pasa que él, los cuernos y el rabo, los lleva siempre, en Tierra, Mar y Aire. Y comiendo, y durmiendo, soñando y andando.

¡Dios mío! ¿Tanto pido? Si sólo quiero estar una maldita hora tranquila sin un estúpido en mi cabeza.

La chica que patinaba muy rapido para sentir el viento

A las 7.27 de la tarde de un Lunes 13 de Agosto, Alma sale de casa. Lleva una mochila color azul cielo y unas zapatillas de deporte haciendo juego. Lleva un mp3 enganchado a su chaqueta y el móvil le hace un bulto en el bolsillo trasero del pantalón.
Lleva todo el día con ganas de moverse y por eso ha salido de casa con los patines a su espalda. Hoy no le apetece cargar con la bici.
A las 7.39 ha llegado a un parque cercano, se ha calzado los patines y ha comenzado a ondear su melena al viento. Hay un camino que sale del parque, buscándose un hueco entre árboles y arbustos y casi acariciando la autopista a Mieres.
Le gusta patinar porque siente el viento contra su cara y porque con la velocidad y la música de su mp3 se siente libre. Pasa entre ancianos, bicicletas, perros y niños y los deja a todos atrás. Coge velocidad y va tan rápido como nunca ha ido. Seguro que si ahora dejara de impulsarse seguiría en movimiento eternamente pero no es suficiente para ella y sigue impulsándose.
A las 8.02 ya siente el calor en sus mejillas y ha llegado a una fuente. Bebe un poco, se refresca la cara y ya comienza a volver. No está siendo el mejor de sus días, su mente divaga mucho y la hace desconcentrarse del patinaje pero hoy, por extraño que parezca, no le molesta.
Lo único que quería cuando salió de casa era sentir la velocidad en sus huesos, y lo ha conseguido ¡vaya que sí! Así que, si divaga un poco pues no pasa nada.
Cuando está casi de vuelta se nota cansada. Se sienta en un banco que ve a la orilla del camino y respira profundo. Son las 8.32 y en su mp3 suenan los Días Azules de Iván Ferreiro.
Acaba la canción y está muy a gusto. En ese momento de silencio, entre una canción y otra, oye un crujido sobre ella, pero no le da tiempo a mirar. Un anciano se le acerca y le pregunta la hora.
- Sí, señor, son las 8.36. Una hora maravillosa para dar un paseo, ¿A que sí?
El anciano, que ve en la muchacha un reflejo de su nieta, o su hija hace unos años, entabla una conversación cordial con ella. Es tan risueña y amable que quién no lo haría.
A las 8.44, el anciano abandona el banco y deja a Alma sumida en sus pensamientos. Se ha vuelto a poner los cascos y ahora suena Zahara. Su voz, melódica, suave y maravillosa la relaja y la transporta a otro mundo, su mundo interior. Y está encantada.
Ya se ha quitado los patines, y en el momento en el que casi, casi, ha acabado la canción, y Alma ha pensando: “una canción más y me voy”, justo en ese momento, un ruido se sobrepone a su mp3.

***


A las 8.49 una viga de madera ha caído del puente que está justo encima del banco en el que se sienta Alma, con tan mala suerte que le atraviesa las costillas y la perfora entera por dentro.
Tirada en el suelo, el blanco cable de su mp3 se impregna de granate y a sus pies, el azul cielo de sus playeros combina fenomenal con el rojo muerte de su sangre.
El casco izquierdo sigue en su oído y ya muy de lejos oye el último verso que despide su vida. Su último pensamiento lo dedica a la ironía con la que su mp3 le dice adiós.
A las 8.50 Alma yace muerta en el suelo con una viga de casi un metro atravesándole el pecho.
Extrañamente, el informe forense informa sobre lo que nadie sospechaba. La viga acabó con su vida, pero si algo es seguro, es que aquel corazón presentaba magulladuras, heridas y roturas insalvables previas a la estaca que lo acabó por destruir.

Y en sus oídos sigue retumbando la canción…
…me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos.

Efecto Charcot

¡Mecachis en la mar! Tres días de clase y ya hay profesores sacando de quicio al personal. Enervándome tanto que me hacen perder mi récord de entradas “literarias” consecutivas en el blog para dar rienda suelta a mi irascibilidad contra esos energúmenos que llegan a clase, se sientan en esa mesa grandota y empiezan a vacilar así, tan gratuitamente…

Y es que sobran las palabras cuando puedo citar textualmente algunas de las que pasarán a ser estamentos básicos del Manual del Mal Profesor (MMP):

- Todo alumno que llegue a 4º de carrera con un número de libros sobre [psicología] inferior a 60 en casa no vale para nada.

(Creo que aún no ha descubierto la existencia de las bibliotecas. Te dejan
un libro, chupeteas el conocimiento y lo devuelves. ¡Voilá! Sabes más y con más
espacio en casa, ¿cómo? Magia Borrás)

- Todo alumno que venga a la universidad y coma en casa con sus padres no es un universitario de verdad, es como si nunca hubiese dejado el instituto. Igual que los alumnos que duermen en casa o que en 30 minutos llegan en bus a la universidad.
(Claro, cierto es que mejor sería que tuvieran que caminar por caminos
polvorientos durante días para llegar a la fuente del conocimiento que son sus
clases)
- ¿Qué es eso de que haya universidades en cada pueblo? ¡Me acuerdo yo de cuando te tenías que desplazar, como debe ser!

(¡Eso, eso! ¿Qué es eso de la cultura tan cerca del populacho? ¡Pero bueno!)
En fin Serafín, que hay para dar y regalar y no tengo hoy mucho cuerpo para seguir rememorando. De todas formas he aprendido algo valioso que quiero compartir con vosotros, amables personitas que me leéis de vez en cuando :)

Hay una cosa denominada efecto Charcot (o Chucrut, como a mí me gusta llamarlo) que consiste en el fenómeno según el cual el psicólogo encuentra lo que él mismo propaga. Vamos, para explicarlo y que todo el mundo lo entienda. El Charcot éste es de la época de Freud y organizaba unos “espectáculos” (que entonces no eran considerados espectáculos) en los que presentaba a una paciente con histeria a una serie de médicos, escritores, etc y les describía los síntomas de la paciente. De lo que este señor no se daba cuenta era que al describir lo que esperaba que ocurriera, la paciente acababa por llevar a cabo lo que el doctor contaba. Es decir, la tía interpretaba lo que el médico decía. O sea, un teatrillo al fin y al cabo que lo que nos viene a decir es algo así como que si yo ahora cojo y me pongo a decirle a alguien “Oye, te veo super nervioso, no ves que te sudan las manos, pero ¿qué te pasa? En serio, tienes muy mala cara, ¿qué tienes? ¿qué te pasa? ¿qué sucede?” da igual que no estuviera nervioso, al final lo acaba estando de aguantarme y, mira tú por dónde, mi hipótesis inicial ha sido confirmada.

Pues bien, ¿qué es lo que he aprendido? Que hay profesores que creen que el efecto Chucrut sigue existiendo y que se puede aplicar a cualquier persona, en cualquier lugar y circunstancia. Así que ellos llegan y nos cuentan la milonga de que son buenos profesores y los muy estúpidos creen que nosotros vamos a ser como la histérica de Charcot y les vamos a seguir el rollo.


¡NO SEÑOR!

Así que unámonos por una buena causa.
Campaña para la erradicación de los profesores-escoria de las aulas
(después ya nos ocuparemos de tirar Bolonia por el retrete)
**12 meses. 1 causa**

- Reeditado en Julio de 2010: Este profesor terminó siendo sumamente maravilloso. Es un señor agradable, achuchable y dicharachero. Un ejemplo más de que, a veces, y sólo a veces, la primera impresión no siempre cuenta. -





Charcot y la histérica (Blanche Wittmann) en uno de sus shows de los martes